Desde hace años los videoporteros y antes lo telefonillos han restado mucho trabajo e importancia a las mirillas. Con ese nombre que suena entre cotilla, curioso y marujón, las mirillas eran esas fisgonas que nos ayudaban a preguntar ¿Quién es? Mas de uno hemos espiado por la mirilla de la puerta para ver que pasaba en el rellano de la escalera y hemos visto como la madre repasaba el peinado a su hijo mientras esperaban el ascensor, como el empolloncete de la 8 revisaba la lección mientras llegaban para abrirle la puerta o como la vecina de enfrente se despedía de su novio pero siempre se apagaba la luz sin ver el final. Si en el cuento de los "7 cabritos" hubieran existido las mirillas el lobo no les hubiera engañado enseñando la patita por debajo de la puerta.
Esta mirilla no es de las que estamos acostumbrados a ver, es una mirilla que no estaba empotrada en una puerta sino en el muro que había junto a ella. En sus más de 400 años de historia cientos de ojos habrán mirado a través de ella y miles de historias habrán transcurrido a la otra parte, en la calle. Alguien la salvó de un derribo y yo la salvé del rastro; espero que siga viva por muchos años.
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